Antón Chéjov describe las sociedades fallidas como aquellas dominadas por la ignorancia y la superficialidad. En estas, mil tontos superan a cada mente brillante y mil palabras torpes a cada palabra consciente. Temas triviales y personas sin mérito ocupan el centro de atención, mientras que los escritores y pensadores son ignorados. Las masas prefieren el entretenimiento vacío sobre las verdades incómodas, favoreciendo el odio y la mezquindad. Chéjov critica la democracia en tales contextos, donde la mayoría ignorante decide el destino colectivo. Reflexiona sobre la devaluación del conocimiento y la necesidad de combatir la ignorancia para evitar la decadencia social.