Hace tres años trabajaba en prefectura de Toyama (Japón) en la industria Química; bueno, a nadie le importa esto, pero era solo para poneros en situación de donde me pasó lo que os voy a contar. A media mañana me di cuenta que no tenía mi cartera. La debí perder al hacer algún pago, o al sacarla del bolso en algún momento de despiste. La angustia de perder la documentación en cualquier sitio es siempre una sensación terrible, pero perderlo en un país extranjero puede convertirse en un problema serio. Volví sobre mis pasos y di mil vueltas durante varias horas; ya abatida al caer la tarde, decidí volver a casa para coger algunos documentos y acudir a la policía para comunicar el hecho. Al llegar a casa vi en el buzón un paquete grande. Lo abrí. Se me puso todo el cuerpo con piel de gallina porque era mi cartera. Ya más tranquila vi una nota que había en el paquete y decía:
“He encontrado sus documentos. Siento no haber podido devolvérselos antes. He tenido que ir a mi casa a limpiarla”. Mi cerebro manchego me hizo pensar que “la habían limpiado del dinero que tenía, pero aún así agradecida de tener los documentos tan pronto.
Entre en casa y tranquilamente me senté y aun temblando, vi que estaban todos los documentos perfectamente ordenados y todo el dinero; que aunque cerca de 400 euros (jpy al cambio) me importaban un carajo. Cuando dijo “limpiar” se refería al término literal de la palabra. Era un día lluvioso y la cartera se me caería en un charco o similar al coger el paraguas o vaya usted a saber.
No venia firma ninguna. Solo un saludo y un “feliz estancia en Japón”