➡️LETRA➡️
Su madre quemó las esperanzas, en un grito que nunca llegó al tejado,
él aún soñaba con días de colegio, pero en su calle, los sueños son disparos.
Fue el invierno quien le enseñó temprano, que el hambre tiene más filo que un cuchillo,
y que la rabia, cuando muerde la mano, te arrastra al fondo, como un pesado ladrillo.
Hay quién nace en camas de sueños, otros en colchones de clavos.
Hay quién carga la vida en sus hombros, y otros, ¡qué quieres!, ¡se lavan las manos!.
En la esquina lo llaman “el hijo del humo”, porque su padre ardió en licor y desencanto,
y su madre, entre noches de farlopa, lo maldijo en su último quebranto.
De su madre heredó la mirada, la mirada, de alguien que solo ve ruinas.
De su padre una risa, que suena a bisagra oxidada,
la risa de los que mueren, cada día en cada esquina
“Madre, el mundo es solo un baile de sombras,
y yo solo un reflejo que se tuerce.
Voy a buscarte donde no hay espejos,
donde el dolor ya no me muerda fuerte.”
Una tarde intentó prender fuego, al bar que llamaba su casa,
purgar de su vida la maleza, y arrancar el veneno que lo abraza.
Pero las llamas no se hablan con el viento, y él quedó, como siempre, bajo el polvo.
Hay quién nace en camas de sueños, otros en colchones de clavos.
Hay quién carga la vida en sus hombros, y otros, ¡qué quieres!, ¡se lavan las manos!.
La última vez lo vieron en la plaza, llevaba los ojos hundidos de tormenta.
como si dentro de sus cuencas crecieran, los restos secos de mil noches violentas.
En un portal lo hallaron con los labios, murmurando una nana a la penumbra.
El cuchillo dormía junto a su pecho, y el frío, como un padre, lo sepulta.
Hay quién nace en camas de sueños, otros en colchones de clavos.
Hay quién carga la vida en sus hombros, y otros, ¡qué quieres!
Hay quien dice que el diablo le hizo un pacto,
otros juran que Dios lo vendió barato.
Hay quien dice que el diablo le hizo un pacto,
lo cierto es que Dios lo abandonó temprano.