Esta obra de humor absurdo y narrativa surrealista destaca por su ingenio estructural y precisión lingüística, combinando nonsense con crítica sutil a la burocracia, la ciencia y la literatura misma. Los 39 relatos, protagonizados por el detective Gilo (lógica inestable) y su ayudante Ben (torpeza entrañable), subvierten géneros como el policiaco o la ciencia ficción mediante premisas delirantes: espejos rebeldes, fermiones de Majorana desquiciados o gallinas azules que roban silbidos
Garbayo demuestra maestría en el equilibrio caos-coherencia: cada historia mantiene una lógica interna pese a su aparente aleatoriedad, evitando la incoherencia vacía. Su humor, de influencias múltiples (Woody Allen, Groucho Marx, Monty Python), se nutre de diálogos veloces, juegos de palabras y metaficción
La obra incluye guiños cultos (física cuántica, teorema de Bolzano) junto a chistes populares, exigiendo un lector activo capaz de apreciar ambas capas.
La dificultad técnica radica en su ritmo narrativo implacable y originalidad constante, sin repetir fórmulas. Comparado con Guía del autoestopista galáctico (Douglas Adams) por su fusión de filosofía y disparate, el libro supera el riesgo de agotar al lector mediante estructuras breves y giros inesperados
En conclusión, Garbayo actualiza la tradición del humor intelectual con un universo único: un homenaje al absurdo que celebra lo ridículo sin perder profundidad, posicionándose como heredero moderno de Mihura, Les Luthiers y los maestros del non sequitur