El populismo, alimentando la desconfianza y el aislamiento, crea una «fábrica de soledades». Estos movimientos políticos fomentan la división social y el odio, separando al individuo de su comunidad. Utilizan la desconfianza hacia instituciones, medios de comunicación y gobiernos para ganar adeptos, generando un ambiente de sospecha constante. Este fenómeno se agrava en las ciudades, donde la soledad urbana y la dependencia tecnológica aumentan el sentimiento de aislamiento. No es la cantidad de vínculos lo que combate la soledad, sino la calidad de las relaciones, necesarias para enfrentar la creciente desconexión y ansiedad de la vida moderna.